El equipo de Reina se ha concentrado en el intestino, analizando uno a uno los linfocitos T residentes, unas células de apenas unas milésimas de milímetro. Sus resultados muestran que estos glóbulos blancos intestinales tienen potenciada la maquinaria que sintetiza el colesterol, una sustancia similar a la grasa y esencial en el funcionamiento celular. Sin embargo, en sus experimentos, una dieta rica en colesterol reducía la eficacia de los linfocitos T, en lugar de aumentarla. Reina explica que, si estas células detectan un exceso de colesterol, dejan de producirlo, igual que una persona dejaría de cocinar si le llevan gratis platos cocinados a casa.
Los investigadores se fijaron entonces en un producto intermedio de esa creación de colesterol: la coenzima Q, una molécula necesaria para generar energía en las mitocondrias, auténticas baterías de la célula. “Lo que hemos visto es que los linfocitos T tienen potenciada la maquinaria de producción de colesterol, pero no para hacer colesterol, sino para hacer coenzima Q, que aumenta la capacidad de generar energía”, señala Reina. Su grupo incluso ha identificado un fármaco ya existente que incrementa la producción de coenzima Q y alarga la supervivencia de ratones con cáncer. Es el ácido zaragózico A, un producto natural aislado hace tres décadas en un cultivo de hongos obtenidos de una muestra de agua del río Jalón, en Zaragoza.
El bioquímico es optimista. “Las adaptaciones que hemos encontrado se pueden traducir bastante bien a terapias contra el cáncer en general, porque no solo ocurren en el intestino. Podrían ser útiles contra el cáncer de colon y el melanoma, y es probable que también para otros tipos de tumores. Lo que hay que hacer ahora es estudiar, por ejemplo, las adaptaciones al pulmón, para ver si podemos mejorar los tratamientos contra el cáncer de pulmón. Y lo mismo con el hígado, etcétera”, reflexiona Reina.
Las adaptaciones que hemos encontrado se pueden traducir bastante bien a terapias contra el cáncer en general
Miguel Reina, bioquímico
El investigador apunta otra clave. Más de 200 millones de personas en el mundo toman estatinas, un tipo de fármaco para bajar el nivel de colesterol en la sangre. “Las estatinas bloquean el metabolismo del colesterol, así que podrían ser tóxicas o dañinas para los linfocitos T del intestino. Necesitamos investigar más para averiguar cuáles son las repercusiones reales en los humanos. No queremos ser alarmistas, simplemente decimos que esto hay que analizarlo con mayor detalle”, subraya. Reina, sin embargo, recalca que el beneficio para la salud de tomar estatinas es indiscutible. Los estudios epidemiológicos no han detectado ningún aumento de casos de cáncer en las personas que toman estatinas.
El inmunólogo Santos Mañes cree que el nuevo estudio es muy relevante. “La importancia fundamental de este trabajo es que demuestra que no es lo mismo una célula T residente en el intestino delgado que una célula T residente en el hígado o en el riñón”, opina Mañes, del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. “El ambiente del tejido en el que se encuentran estas células condiciona su programa metabólico. Y condicionar el programa metabólico condiciona su funcionalidad”, resume.
Mañes también intuye las aplicaciones. “Las células T de memoria residentes en el intestino son muy dependientes de la coenzima Q, así que es evidente que los tratamientos que lograran aumentar la síntesis de coenzima Q favorecerían su función y, por lo tanto, tendrían un papel antitumoral más destacado”, afirma. Y lanza una advertencia: “Extrapolando, se podría inferir que una dieta rica en colesterol podría favorecer la generación de tumores intestinales inhibiendo a estas células”.