Muchas personas ignoran que en su pecho, entre las puntas superiores de los pulmones, hay una pequeña glándula parecida a la flor del tomillo: el timo, de apenas 30 gramos. Los glóbulos blancos —las defensas del cuerpo humano— se forman en el interior de los huesos, pero algunos viajan al timo para madurar y convertirse en linfocitos T citotóxicos, los auténticos asesinos en el sistema inmunitario, capaces incluso de destruir las células cancerosas. Un equipo encabezado por el bioquímico español Miguel Reina ha descubierto ahora una manera de fortalecer a estos soldados y mejorar la inmunidad frente a los tumores y las infecciones. Su descubrimiento se publica este miércoles en la revista Nature, vanguardia de la mejor ciencia del planeta.

Los linfocitos T salen del timo, por eso la T, y circulan por la sangre. Cuando un virus ataca, por ejemplo, en el intestino, estos glóbulos blancos acuden y aniquilan las células infectadas. Una vez solucionado el problema, los linfocitos T se quedan a vivir en el órgano de turno durante décadas, como vigilantes de seguridad perpetuos. Es la llamada memoria residente en tejidos. Reina, nacido en Barcelona hace 32 años, pone el ejemplo de su propia vida para explicar el fenómeno. El bioquímico investiga en la Universidad de California en San Diego, en Estados Unidos. Y hace una década pasó brevemente por un centro alemán. “Los linfocitos se adaptan a cada tejido, igual que hice yo cuando vine a San Diego. De entrada, me compré un teléfono estadounidense. En Alemania, intenté hablar alemán. Son distintos tipos de adaptaciones que te permiten vivir en un lugar o en otro”, expone. Lo mismo ocurre con los linfocitos T, que desarrollan diferentes estrategias en función de si se fijan al intestino, al pulmón u a otro órgano.