Por LEONARDO CABRERA DÍAZ
En ocasiones, nosotros mismos, tenemos que darnos respiración boca a boca para recuperarnos de algún trance, de un episodio de angustia, y darnos palmadas de aliento y llamándonos a capítulo decirnos, » ¿ey, fulano, que te pasa?”, es solo un mal momento, como otros tantos por los que has pasado, que también superarás.
La vida es una carrera de obstáculos, dificultades y problemas que precisamente, y aunque así, quizás no lo entendamos, son los que dan sentido a nuestra existencia, enseñándonos, a valorar en su justa dimensión los momentos de amor, amistad y confraternidad.
Con frecuencia descuidamos la importancia y lo sublime de un abrazo, decir o escuchar un te quiero, un te extraño, un cómo te ha ido y otros tantos pequeños detalles, que conforman esas grandes cosas, que todos necesitamos, pero que relegamos anteponiendo nuestro orgullo, y que justificamos con un simple… «Yo soy así,» y eso es todo.
Nuestras actitudes nos hacen caer en el contrasentido de aprender a degustar los sinsabores, y hasta celebrar nuestras adversidades, y preferimos hacer hiel de la miel, antes de dar nuestro brazo a torcer, y reconocer algún error cometido diciendo, yo estaba equivocado (a), tú tenías razón, perdóname.
Y esos «yo soy así», prohijados por el orgullo, resultan ser una cruz muy pesada para quienes los cargan, y pocas veces se muestran cariñosos y afables, pues, se molestan e irritan con facilidad alejando de su entorno, a personas que le aprecian y valoran, pero se distancian por su actitud.
Y en esa lucha interna de nuestros egos, danzan los «yo soy así,» y los que «nadie me diga na» izando la bandera de la intolerancia e intransigencia y mandamos «pal carajo», la sensatez, y el buen juicio para imponer nuestros criterios, por encima de cualquier otra opinión o idea, obviando la dialéctica.